Los que nos dedicamos a la música, sabemos que se trata de una carrera sin fin. Lejos de ser un inconveniente, esto supone todo un estímulo, ya que a medida que avanzamos en el camino, nuestra satisfacción va en aumento. Para conseguir que este avance sea significativo, deberemos trabajar en diversos elementos al mismo tiempo, hasta conseguir un nivel óptimo en cada uno de ellos.
La mayoría de ellos están interrelacionados, pero cada uno es insustituible, por lo que será conveniente desarrollarlos todos para alcanzar la excelencia.
Unos de estos elementos tienen que ver con nuestra actitud hacia la música, mientras que los otros guardan relación con la asimilación de conocimientos y con el desarrollo de nuestras habilidades. Dedicaremos a estos últimos la primera parte del artículo, allá vamos. Todo aquello en lo que debes trabajar para ser un músico de primera 😉
Las partituras son la puerta de acceso a la música que escribieron los grandes maestros. Entender una partitura conlleva conocer el lenguaje utilizado por el compositor, el lenguaje musical. No me refiero sólo al conocimiento de las notas, de las figuras musicales, de los signos de expresión… sino también a los vínculos más profundos que se establecen entre los diferentes elementos de la música: ritmo, melodía, armonía, textura, texto…
El lenguaje musical es sin duda un código complejo, un código que debemos conocer y sobre el que debemos profundizar, a fin de poder entender con mayor exactitud las intenciones del compositor. Ciertamente, una partitura sólo puede expresar una parte de estas intenciones, pero es el punto de partida para una exploración más profunda del fenómeno musical.
Como hemos comentado anteriormente, el lenguaje musical tiene sus limitaciones, por lo que el conocimiento de la época, del compositor y de las circunstancias que rodearon a la composición de una obra son una información de gran relevancia para entender las motivaciones que le llevaron a escribirla.
Toda composición es la expresión musical de un momento concreto de la vida de su autor, por cuanto más empaticemos con él, tanto más fieles seremos a sus intenciones y más cerca nos hallaremos de lograr la expresión apropiada de la obra.
Si los dos puntos anteriores nos forman la imagen musical de una obra, la técnica son el conjunto de habilidades que nos permiten expresarla de manera precisa a través de nuestro instrumento. Eso no incluye sólo la velocidad, sino también el control de las dinámicas, fraseo, articulaciones, equilibrio sonoro… en definitiva, todos los atributos de la música.
Así pues, cuanto más trabajemos en mejorar nuestra técnica, mayor habilidad poseeremos para expresar nuestras ideas musicales de manera precisa.
Como acostumbraba a decir el pianista y pedagogo catalán Miquel Farré: “En casa todos tenemos un gran maestro: el oído”. Efectivamente, cuando estamos practicando una obra, es el oído el encargado de informarnos sobre los desajustes que se producen entre nuestra ejecución y la imagen mental que tenemos de la misma.
Es por eso que es imprescindible desarrollar el trabajo auditivo para ser un buen músico. En este caso no me refiero al trabajo de reconocimiento de intervalos, de ritmos… que estaría incluído en el trabajo sobre el lenguaje musical, sino en aprender a discriminar la gran variedad de matices existentes: intensidad, articulaciones, timbre, sincronización, equilibrio sonoro, fraseo…
Si bien el oído es fundamental para nuestra práctica diaria, será en la clase de instrumento donde más notaremos su mejoría, ya que es fundamental el papel que ejerce el maestro en este ámbito.
La sensibilidad es el impacto emocional que producen en nosotros los distintos atributos de la música. Seguro que has escuchado alguna vez la expresión: “Recordamos sólo aquello que nos emociona”. Así pues, la emoción va a ser partícipe y protagonista de todos los procesos de aprendizaje, por lo que se trata de un elemento transversal, y su desarrollo, como el del oído, depende en gran medida del trabajo del maestro durante la clase de instrumento.
Dicha sensibilidad y la emoción que la acompaña, no sólo estarán presentes durante los distintos procesos de aprendizaje, sino que además se hallarán en el epicentro de cualquier interpretación expresiva y de calidad.
Las interpretaciones de los grandes solistas y las grandes formaciones son una referencia para cualquier músico. Ellos nos sirven de inspiración y de modelo: la manera en que hacen un fraseo, su sonido, su actitud ante el instrumento…
Así que cada músico que escuchamos, con su manera única de entender e interpretar la música, nutre nuestra experiencia y amplía nuestro marco de referencia, a partir del cual construiremos nuestra propia visión de la música.
Hasta aquí la primera de este artículo. Estad atentos, porque la próxima semana lo completaremos con la segunda parte, dedicada a la actitud que necesitamos para convertirnos en mejores músicos.
¿Creéis que me he dejado algún punto importante?
Pianissim Studio
hola !! me gustan y me sirven muchos sus notas , como musico soy un fan de uds.